viernes, 30 de septiembre de 2011

Quijotescas (glosas a una lectura de cabecera)


Alejandro Rozado


Leyendo a Cervantes me parece que comprendo todo.

ANTONIO MACHADO


- Un hombre entrado en años se niega a madurar y esta necedad regresiva lo catapulta hacia el futuro.

- Si se hiciera una amplia encuesta entre los muchos lectores de El Quijote, una pregunta obligada sería: "¿Pasaste del episodio de los molinos de viento o no?" Innecesarias serían las agudas técnicas mercadológicas para saber que la respuesta mayoritaria sería: "no". Tan lamentable resultado, sin embargo, denotaría otra gran hazaña literaria del ingenioso hidalgo: a saber, que ese pasaje inicial y breve (dos páginas a lo mucho del octavo capítulo en la primera parte) de la novela se convirtió con los siglos en la referencia visual más representativa de obra alguna.

- Entre la primera y segunda partes del tomo I, hay un recurso narrativo espléndido, cuando Cervantes interrumpe el clímax de la fiera batalla que libra don Quijote con el "gallardo vizcaíno" para abrir un paréntesis historiográfico y dar paso a la revelación de que el documentado escritor árabe, Cide Hamete Benegeli, es el verdadero historiador de las hazañas del Quijote.

- Toda la presuntuosidad de un Quijote leído e instruido contrasta con el mundo agreste de pastores y campesinos. El presuntuoso y los ignorantes generan una dinámica vigorosamente lúdica que se reproduce periódicamente hasta El gordo y el Flaco: un par de tontos enfrascados en nobles proyectos sobre una realidad que los alucina (¿quién alucina a quién?).

- Don Quijote es un narciso consumado: imagina que la doncella, hija de la ventera, se enamora de él, para después darse el lujo de rechazarla -por lealtad a su Dulcinea- cuando ni ésta ni aquélla siquiera lo hacen en el mundo.

- ¿Qué enfermedad tiene el ingenioso hidalgo? Cuando el ventero le quiere cobrar el hospedaje, el Quijote se ofende. ¿Cómo, no es aquí castillo? Entonces exige al ventero su obligación de hombre común de apoyar al andante en virtud de su fuero. ¡Y se escapa dejando a su fiel escudero en manos de los venteros! Y si después Sancho se acongoja de tantas desventuras sufridas por esa razón, su amo lo consuela diciéndole que no se preocupe ni aflija por los padecimientos que su amo padece... Cuando el caballero admite su error por algún olvido, de inmediato le recrimina a Sancho por no habérselo recordado... y así sucesivamente.

- La historia de Sancho, que le cuenta a su amo en aquella noche oscura, llenos de miedo provocado por los golpes de unos batanes en la caída de un río, es una extraña introducción a otro relato caprichoso y absurdo, interactivo, que termina a causa de que el escucha -don Quijote- no llevó bien la cuenta del número de cabras transportadas sobre un río del relato de Panza.

- Una variante genial de estos relatos intra-novela ocurre con el trastornado Cardenio, noble convertido en pastor que al relatar sus infortunios pide a sus oidores como condición no ser interrumpido. Pero al mencionar en su relato el libro del Amadís de Gaula, don Quijote -pese a haberlo prometido- no puede controlar su impulso de hablar, lo que provoca el brote sicótico de Cardenio y el fin de su narración.

- En Sierra Morena, don Quijote revela la cordura de su locura: urde un plan de enloquecer de amor imitando a Amadís o a Roldán. Y le metacomunica a Sancho las reglas del juego. ¡Don Quijote juega a enloquecer! ¡Juega al idealismo justiciero, merced a su imaginación fronteriza y su deseo de no vivir más su realidad! Ahí mismo, don Quijote revela a su escudero su proceder poético-lírico: fingir la existencia del sujeto amado ("Y para concluir con todo, yo imagino que todo lo que digo es así, sin que sobre ni falte nada, y píntola [a Dulcinea] en mi imaginación como la deseo, así en la belleza como en la principalidad...), capítulo XXV.

- La larga novela del curioso impertinente (caps. XXXIII a XXXV) y luego la historia del cautivo y antes la de Cardenio y finalmente la del cabreo del cap. LI, hacen que la primera parte se caiga y adquiera una pausa prolongada que tiente al lector a abandonar la lectura. Pues ya don Quijote es tan querido por quien lo lee y no consiente en divagaciones de historias pastoriles intermedias.

- De regreso al pueblo, Sancho es el más convencido de la caballería y sus hazañas.

- Don Quijote busca pendencias donde no las hay; es conflictivo e izquierdista; también, aristócrata que exige al vulgo se le trate con las consideraciones de principal que le da el fuero de su nombramiento.

- La discusión literaria entre el canónigo y don Quijote acerca del género caballeresco refleja los dilemas del arte entre el realismo y la imaginación fantasiosa, entre lo verosímil y lo absurdo, entre el placer en sí y el arte edificante, y en fin, entre literatura comercial y barata y la culterana y más exigente. Cervantes va más allá de un rechazo anti caballeresco; en el cap. I, hace argumentar a su personaje apasionadas razones líricas del valor de ese género, tan bien ilustradas que dejan pasmados a sus detractores y al propio lector.