martes, 22 de octubre de 2013

Leer poesía según Gabriel Zaid


Alejandro Rozado

A cada buen escritor le corresponden,
a lo sumo, cinco bueno lectores...


- Leer poesía, Gabriel Zaid, México, Editorial Océano, 1999.

Éste es un libro bastante extenso de ensayos breves que rondan a la poesía. Aunque existe una última edición del autor en Random House-Monadori (2012), los comentarios aquí plasmados se derivan de la lectura del libro de 1999 que tengo al alcance de la mano en mi biblioteca particular (parece que la nueva edición ha retirado algunos ensayos, lo cual está bien). Su primera edición data del ya lejano 1972, la cual mereció el distinguido premio nacional Xavier Villaurrutia.

Gabriel Zaid es una pluma extraña para el lector; de común en sus críticas se leen argumentos que circulan de otro modo, como en sentido contrario, y que así llegan a conclusiones agudísimas. Da la impresión de cernirse a lo simple y obvio, pero de razonamiento impecable para desarrollar su labor ensayística. Leer poesía recoge ensayos escritos a lo largo de más de cuatro décadas; por lo mismo, es un libro desigual, muchas veces lúcido y otras petulante, didáctico y tecnicista, casi siempre útil -pero en ocasiones ocioso.

Sus ensayos maestros son: los dos dedicados a Alfonso Reyes, el que presenta a Julio Torri, dos o tres más que hablan sobre las nuevas dimensiones o geografías que la poesía moderna debe explorar, y uno más sobre el arte de Joaquín Díez-Canedo como editor.

Zaid fomenta, ante todo, ese gran reservorio de la cultura que es el lector, porque sus textos consideran a éste como parte de los acontecimientos de la verdadera vida literaria (recuérdese el ácido con que el autor disuelve la superestructura de cartón que constituyen los recitales y presentaciones de libros, ferias del mercado donde lo que menos importa es leer). El verdadero lector es la fuente de riqueza de un país: un ser que aprende, que amplía su red de correlaciones subjetivas, que piensa por sí solo, que discurre diferente a la masa-mercado, que se estructura como auténtica individualidad imaginativa.

De modo que con ese espíritu hacia quien lee, Gabriel Zaid dedica importantes reflexiones acerca del vínculo entre la poesía y el ensayo al abordar la obra de Alfonso Reyes. Distingue en la prosa de éste el toque de talento que no puede tener el mero especialista o el académico. Al ensayista que escribe sobre cierto tema (social, histórico o literario) no le corresponde ni le preocupa demostrar nada (al académico, sí); ello crea el malentendido de que el ensayista, por consiguiente, es un "divulgador del conocimiento". Cosa que por supuesto es falsa. Porque, por principio, el ensayo consiste en una "prosa insuperable". Por decirlo así, "su ciencia es la del artista que sabe experimentar, combinar, buscar, imaginar, construir, criticar, lo que quiere decir antes de saberlo". El ensayo es una prosa no narrativa en primera persona que es tratada como poesía.

Además, Zaid abre las fronteras de la "poesía fatal": aquella que expresa, ineludible, los límites de la existencia tanto del autor, de su sociedad y de su época. Este material fronterizo, sin embargo, no está por escribirse sino que ya circula desde hace muchísimo tiempo entre el lector despistado. Ojalá tuviésemos en México doscientos buenos lectores de poesía que se dieran a la tarea de dar relieve a dicha "fatalidad poética", nos dice este destacado crítico.

En ese mismo sentido, las posibilidades de aprendizaje son vastas: en primer sitio, el verso libre abre una dimensión rítmica que permite combinar fonemas intraversiculares -incluyendo los síncopas cuasi jazzísticos de las palabras-, de tal modo que un poema posea estructuras volumétricas que transformen la percepción del lector contemporáneo; en segundo lugar, asoma en el enfoque de Zaid otra dimensión "visual" que obedece más al montaje cinematográfico, donde el choque de las imágenes debe desembocar en una cadencia y "rima" visuales -más que sonoras-; y en tercer término, hace falta leer los poemas en una dimensión dramática, en la cual se aprenda a manejar el juego de espejos entre "autor, poeta y personajes": esa variedad de voces que aparecen en la nueva poesía -y que no precisamente participan en coro.

Gabriel Zaid es uno de los pocos maestros que se esmeran en tratar a la poesía como tal, sin auras espirituales, sin reducirla a la poesía "que se entiende", aunque con una gran admiración por lo breve. En el ensayo sobre la literatura de Torri, se deja ver la ecuación que habita entre la brevedad y la perfección. Zaid pondera la exigencia ateneísta de don Julio: "no publicar más que lo perfecto". Una prosa que sea tratada con el cuidado formal de un poema. No es extraño, entonces, que su ensayo zaidiano más corto sea el siguiente: "No hay ensayo más breve que un aforismo". 


Guadalajara, octubre de 2013.