martes, 15 de septiembre de 2009

Marx según Rius


Alejandro Rozado


- Marx para principiantes, de Rius, México, Ediciones de Cultura Popular, primera edición, 1972, 160 pp.

Ya lo advertía Rius desde la primera edición de 1972: "Quienes crean que después de este libro van a entender a Marx, sospecho que están en un error, (...) me conformo con que el lector común y corriente termine de leer el libro y se anime a buscar a Marx tal cual, en su tinta (...)". Sin embargo, ese modestísimo propósito del autor se vio completamente superado al convertirse este manual en el libro marxista más leído en el continente, por encima de que su lectura haya logrado, o no, que se entendiese mejor al comunista alemán.

Porque Marx para principiantes fue, ante todo, una hazaña editorial. Su primera edición estuvo a cargo de Ediciones de Cultura Popular, la casa editora del siempre perseguido y semi legal Partido Comunista Mexicano, al cual Eduardo del Río (Rius) alguna vez perteneció y donde mantuvo siempre entrañables amistades. Pero cuando se concibió su hechura, a principios de la década de los setentas, Rius ya era un personaje popularmente identificado con el periodismo crítico. Había colaborado años antes como cartonista en numerosos periódicos y revistas de circulación nacional; pero lo que lo situó en el centro de las simpatías de los mexicanos fue la serie comic de Los Supermachos, difundida profusamente por la valiente Editorial Posada, en la que se narraban las peripecias cotidianas del pueblo de San Garabato, habitado por beatas parroquianas, dominado por el cacique priísta Don Perpetuo del Rosal, e ironizado por la visión crítica de Calzontzin y Chon Prieto, personajes que educaban políticamente y con extraordinario humor a miles de lectores. Censurado por el gobierno de Díaz Ordaz, Rius fue despojado de los derechos del comic, así que justo a comienzos de 1968 lanzó a la circulación un nuevo cuentito semanal titulado Los Agachados, que buscaba recuperar a su fiel público y que, durante el movimiento estudiantil de ese año, catapultó a su autor a límites peligrosos e insospechados. Poco antes del 2 de octubre, Rius publicó un número especial de Los Agachados dedicado al movimiento estudiantil y en cuya portada aparecían en un podio olímpico un soldado, un granadero y un policía ocupando las medallas de oro, plata y bronce respectivamente. El contenido era una crónica detallada de los acontecimientos de ese verano, desde la primera represión de estudiantes en La Ciudadela hasta la ocupación militar de Ciudad Universitaria y las instalaciones del Politécnico. Ese número especial fue un hito en la historia del periodismo crítico -actualmente de colección-, y que provocó que elementos de la Dirección Federal de Seguridad secuestrasen al caricaturista. El mismo Eduardo del Río me contó diez años después, cuando fui editor de un libro suyo en Grijalbo, cómo lo llevaron en helicóptero hasta las faldas del Pico de Orizaba y lo hicieron cavar su tumba en la nieve…

Pues bien, con este historial de lucha y con el éxito obtenido previamente con la publicación de otros libros comic del mismo corte (como Cuba para principiantes y La joven Alemania), a comienzos de los setentas el monero se dio a la complicada tarea de sistematizar las ideas de Carlos Marx y divulgarlas con un lenguaje lo más sencillo y divertido posible. El resultado fue un libro de extraordinario didactismo que inmediatamente fue bien recibido entre los jóvenes preparatorianos de aquel entonces y de varias generaciones posteriores. Ha sido traducido a varios idiomas y el número de ediciones (ahora a cargo de Editorial Grijalbo-Mondadori) y de ejemplares vendidos es una barbaridad.

Que fuese un libro de monitos no significó que Marx para principiantes haya carecido de esa característica que compartió con muchas otras publicaciones introductorias a la obra del fundador del “socialismo científico”: ser puerta de entrada a uno de los pensamientos más influyentes de los últimos 150 años. En cierta ocasión, durante los años ochentas, Rius fue invitado por el gobierno sandinista a visitar Nicaragua, donde le rindieron un homenaje. Ahí, el ministro de Gobierno, Tomás Borge (uno de los principales líderes guerrilleros del FSLN), le dijo al caricaturista mexicano que en buena medida fue por culpa suya que ellos –los sandinistas- se hubieran lanzado a la lucha armada, pues nunca habían leído a Marx hasta que se animaron después de leer su libro comic. Y en efecto, esto más que una anécdota fue un hecho social: decenas de miles de estudiantes inquietos por la desigualdad e injusticias patentes en Latinoamérica encontraron en Marx para principiantes un camino propio para acercarse sin miedo a la teoría marxista.

No es difícil adivinar la labor titánica que representó para Rius sintetizar y “traducir” –como apuntó en su “Advertencia”- los principales conceptos marxistas a un lenguaje accesible para el lector iniciado. Desde la narración de la vida y obra de Marx –que incluye esa amistad inédita con Federico Engels- hasta la fundamentación de las fuentes principales de su teoría (a saber: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo utópico francés), Rius se arriesgó a simplificar demasiado el tema en aras de un alcance mayor en el mercado, el cual se había desplazado hacia la izquierda después de las jornadas mundiales del 68.

En un recuento de mayor objetividad que nos brinda la distancia en el tiempo, podemos decir que el autor logró ordenar con rigor y apego el tema específico de la explotación económica capitalista a partir del desarrollo industrial del siglo XIX y de la intensificación de la productividad del obrero. La exposición está llena de ingenio coloquial y bajo un diseño gráfico dinámico y ocurrente. Rius hace intervenir a empresarios y obreros dibujados con gracia y sencillez, comentando el guión explicativo del libro. Incluso, hay un clímax narrativo en la exposición, al momento de revelar que el motor de la producción capitalista es la obtención de la plusvalía. Inspirado en el magnífico prólogo de Engels a Trabajo asalariado y capital, de Marx, el despliegue del razonamiento de aquellos clásicos a través de una especie de voz in off ilustrada con grabados de época y “globitos” parlamentarios fue un portento de la comunicación gráfica. Hubiera sido fácil imaginar al maestro Eduardo del Río impartiendo cátedra de, digamos, “Introducción a la Economía Política” en alguna preparatoria pública, armado de un gis, delante de un pizarrón, con el auditorio lleno y explicando su libro de texto con dibujitos. Pero no ocurrió nunca… nos lo perdimos.

Sin embargo, Marx para principiantes fue también un producto de su época, en la cual el dogmatismo filosófico, principalmente de inspiración soviética (pero también de otras faunas) imperaba en la mayoría de los círculos socialistas. Los debates que se suscitaban en innumerables foros universitarios de distintos tamaños y niveles, con frecuencia parecían luchas de ideologías de Estado: prosoviéticos, maoístas, troskistas, guevaristas, se daban hasta con la cubeta para imponer su punto de vista en alguna resolución inmediatista y olvidada por el paso del tiempo. De modo que intentar hacer un libro de divulgación marxista en aquellos años y no caer en el terrible defecto del manualismo era muy difícil. De hecho, Marx para principiantes derrapó en varias de sus páginas en una “divulgarización” del revolucionario alemán.

Así por ejemplo, al resumir la historia de la filosofía universal, Rius sugiere que todos los grandes pensadores de la humanidad han encarnado una especie de lucha metafísica entre el materialismo y el idealismo, lucha que el monero reduce aún más a una pugna permanente entre la religión y la ciencia. Y el desarrollo de esta lucha filosófica dual llega a feliz término, según Rius, en la mente de Marx, con la integración “correcta” de los ingredientes heredados por los filósofos previos. Así: de la dialéctica idealista de Hegel, Marx rescata la dialéctica; y del materialismo metafísico de Feuerbach, rescata el materialismo. Conclusión: una nueva síntesis, una nueva receta: el materialismo dialéctico, la nueva “filosofía” del proletariado. Como si la clase obrera sólo pudiese tener una exclusiva filosofía (frente a la pluralidad de filosofías “burguesas”), como si no compartiese con las demás clases sociales una visión occidental de la historia y de la cultura y como si el proletariado estuviese destinado a erradicar las creencias religiosas en favor del progreso infinito del conocimiento científico. Cierto, la tradición de esta divulgarización del pensamiento de Marx comenzó con el mismísimo Engels, quien en la división del trabajo intelectual que tuvo con su camarada y amigo, le tocó la amarga labor de esquematizar las ideas para la comprensión de los obreros. Pero Rius, además, metió rollos de su propia cosecha, como ese anticlericalismo de origen liberal sostenido a lo largo de todo el texto en que el enemigo a identificar es siempre la iglesia, esa institución repleta de curas mezquinos y portadora de los más perversos discursos para justificar la dominación de los hombres.

Haberse iniciado en el marxismo a través de este y otros trabajos de Rius tuvo, por tanto, dos consecuencias claramente contradictorias: por un lado, el mérito de quitarle formalidad al estudio de la teoría y conceptos que componen la obra de Marx, relajando el aprendizaje en contextos más gozosos y menos sacrificados; por otro lado, la desventaja de deformar la percepción que se tiene del marxismo a través de un recetario de fórmulas y frases hechas que inevitablemente serían sacadas fuera de contexto para justificar cualquier discusión y cualquier decisión política, por insensatas que éstas pudieran ser. O sea que, gracias a Rius, aprendimos a perderle el miedo a la obra de Marx, pero también que el marxismo era una escolástica cerrada y completa, sin la menor posibilidad de desarrollo. Pero como dijo Rius: si el librito en cuestión motivó a que el lector acudiese directamente a la compleja obra de Marx (y la de sus antecesores, sucesores y críticos) el propósito de Marx para principiantes se vería cumplido. Lo que siguió después ya fue historia…

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