miércoles, 3 de octubre de 2018

La sobrevivencia poética



Alejandro Rozado

Lo único que es invendible es la poesía. 

Por principio, la poesía no es negocio. Aunque todo mundo la escriba, en realidad no se compra ni se lee. En cambio, todo lo demás sí es negocio: la revolución, la literatura, el rock, las ideas, las religiones, la ciencia, la psicoterapia, la academia, el amor, el honor, el arte, el medio ambiente, la basura, la información, las leyes, la democracia, el pueblo. No existe ámbito de la vida humana que no sea mercancía y que no se convierta en parte de las cadenas de acumulación del capital -excepto la poesía. 

Se venderá, claro está, mediocremente algún tipo de poemarios, pero la poesía en sí misma, no. La experiencia de La divina comedia no está en venta, ni la locura de Hamlet, ni la mansedumbre maldita de Las flores del mal. Podrán comprar a Octavio Paz con un premio Nobel o con un contrato televisivo, pero su "Mono gramático" es invendible... 

Quiero decir, la poesía no se puede corromper. Se pueden masticar ad nauseam ciertos versos de Sor Juana, de Amado Nervo, de Sabines, o "el ser o no ser", pero el aliento poético que los anima, no. Esta reflexión nada tiene que ver con la pureza sino con lo genuino. Tampoco tiene que ver con la personalidad de los poetas -si fueron buenos ciudadanos o no- sino con sus poemas. Si éstos no son genuinos son nada. 

La imposibilidad de entrar a las leyes del mercado es algo que insinúa su autenticidad, lo que puede perdurar más. Hay algo de genuino en lo poético que se sustrae de la ley de la oferta y la demanda, algo incluso salvaje que lo mantiene al margen del paso del tiempo y de lo decadente de nuestra civilización. 

Lo poético permanece vivo en este cementerio planetario que es Occidente. Y es lo único que sobrevivirá.