Alejandro Rozado
Hay un asunto ético que se desprende del caso de los trabajadores del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y que quisiera destacar en esta ocasión. Al liquidar la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, el gobierno federal y sus aparatos ideológicos han desatado no sólo una campaña política de desprestigio de uno de los gremios más democráticos y combativos de la historia moderna de México, sino que además desplegó con gran sentido de la oportunidad un cuerpo de ideas muy característico, y ya hegemónico, entre las mal llamadas “clases medias”.
Se trata de una suerte de sentido común adoptado por los actuales consumidores de opinión (antes ciudadanos) que unifica a vastos sectores alrededor de “verdades” aceptadas por el solo hecho de ser difundidas. Las premisas de estas verdades son ejemplo de los valores más egoístas y envidiosos del neoliberalismo, el cual –hay que reconocerlo- ha vencido y penetrado profundamente en la conciencia del individuo común y corriente. Se trata de un pensamiento basado en la contabilidad inmediata: “tanto nos cuesta esa paraestatal, tanto perdemos (por culpa del sindicato); conclusión: empresa y empleados ineficientes; por tanto, liquidémosla. No importa que se vayan a la calle, de la noche a la mañana, 45 mil trabajadores desobligados (se lo merecen)”. Actuar tronando los dedos es el símbolo de “lo que hay que hacer en este país”. Cada hombrecito que consume esta lógica operativa y la repite sin discernimiento propio se convierte virtualmente en un ejecutivo defensor de la sociedad de libre mercado a quien no le tiembla la mano para cortar las cabezas necesarias en nombre de la eficiencia. Los razonamientos de un burócrata de las finanzas, como Carstens, de pronto se declaran inoculados en el cerebro mayoritario de las clases medias. Y todos al unísono entonan el coro del darwinismo social de la derecha: “¿Por qué esos electricistas han de estar privilegiados si los demás estamos jodidos? ¡Que se jodan ellos también!”. Si yo no estoy satisfecho con mi nivel de vida, entonces nadie debe estarlo, ¿no es así? La mezquindad moral como sabiduría de la vida; la envidia y el resentimiento social clasemediero como el motor fascistoide de los futuros acontecimientos. (Por cierto que al mismo tiempo que se perpetraba el ataque a las instalaciones de Luz y Fuerza, en la importante ciudad de León el gobierno y las mismas buenas conciencias organizaron una quema pública de libros de texto gratuito debido a que en ellos se enseña la sexualidad “con fines de gozo”…)
El fomento oficial de las conciencias tipo cangrejitos mexicanos. Y hay que ver cómo se les llena la boca a cientos de opinadores acusando al SME de corruptos, como si los acusadores estuviesen ajenos a semejante estilo de vida. El fariseísmo panista convertido en ideología del rencor que salvaguarda la sociedad de libre mercado, aquella que debe dictar quién sobrevive y quién no; en cambio, la solidaridad humana, el compañerismo ante el infortunio, la identificación de que el libre mercado no puede dar respuesta por sí mismo a cien problemas de desigualdad social, esas son consideraciones “bolcheviques” (como está en boga exclamar en EU) que han arruinado al mundo, ¿no es cierto?
Pero los electricistas opinan diferente, pues son portadores de otra ética: el SME lleva décadas de practicar la solidaridad obrera hacia toda lucha popular reivindicativa, de tal modo que ahí donde ha habido una protesta contra la injusticia social, el sindicato siempre ha pasado lista de presencia. Ningún gremio está exento de prácticas antidemocráticas y abusivas; pero colgarle a los electricistas del SME los epítetos más despreciables que distinguen al charrismo sindical que tanto han combatido durante décadas no deja de ser una de las mayores ironías de la clase obrera mexicana.
Hace unas semanas ocurrió un hecho trágico en el Metro Balderas que parece un signo premonitorio de lo que pasaría después: un electricista (precisamente) que viajaba en el tren rumbo a su casa, se encontró de pronto con su destino en forma de dilema: al llegar a la estación y abrirse las puertas del vagón, el obrero se dio cuenta que un loco balaceaba impunemente a la masa de usuarios sobre el andén; en cuestión de segundos tuvo que decidir entre protegerse a sí mismo del peligro o enfrentar al agresor y proteger así a cantidad de inocentes en riesgo de ser asesinados. Hizo lo segundo a costa de su propia vida. ¿Eligió mal este electricista? Por el número de vidas que salvó, parece que la respuesta es no: no eligió mal. Simplemente estuvo animado por otra ética, incomprensible para la pequeñez del egoísta… Ante la agresión del Estado, espero que los electricistas del SME sepan elegir también conforme a una ética que ningún pequeño consumidor de noticias podrá entender jamás.
Octubre-2009.
Comentaba un electricista en el Teatro del Fuego Nuevo, en la UAM Iztapalapa, que el mexicano común no tolera que al vecino le fuera mejor que a él, esto en relación a los salarios "privilegiados" de los electricistas, y de ahí la aceptación de esta lógica de que por culpa de estos "privilegios" se derivaba el alto costo del servicio y el estado de la empresa, argumento falaz por supuesto. En relación a los principales medios de comunicación en México, salvo honrosas excepciones, es nefasto como vociferaban contra el sindicato, la campaña de odio y difamación contra los trabajadores de LFC. Es interesante ahora, que han dado la noticia acerca del criminal “aumento” al salario mínimo, que ni siquiera hacen la critica más tímida, en su lugar lo de siempre, la unión de los mexicanos en navidad y la renovada fuerza con la que debemos comenzar el próximo año. Por cierto, este burócrata de las finanzas, como acertadamente comentas, será el nuevo gobernador del banco central por seis años. Saludos.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, José:
ResponderEliminarDesde que escribí "Los electricistas" el drama del sindicato ha empeorado, pero no sin batallas ejemplares y jornadas insurreccionales de elevado sentido cívico. Desgraciadamente, el nivel superior de organización que ha demostrado una vez más el SME no ha sido suficiente; pero no importa: a veces lo más valioso de una protesta es la protesta misma. Los electricistas han demostrado que se puede desafiar al poderoso Estado mexicano con orden y determinación proletarias.
Alejandro