Presumiré (no hay otro verbo) que, al comienzo de este siglo, una tercera persona me presentó a José Emilio Pacheco, con quien desde entonces hasta su muerte sostuve una amistad epistolar por correo electrónico. Intercambiamos poemas, ideas varias, algunos chistes también. Él, muy ocupado siempre; yo, escribiendo con dificultad mi libro sobre la poética de Octavio Paz. Comparto aquí el fragmento de un correo que el Premio Cervantes me envió tras leer un par de ensayos que recién había terminado:
"Querido Alejandro:
Muchas gracias por permitirme el acceso a tus dos ensayos. Me gustaron mucho y me enseñaron muchas cosas que no había sabido ver. No te imaginas cuánto quisiera tener el tiempo y la posibilidad de conversar acerca de ellos y de otros temas. Pero ya no tengo tiempo de nada. El tiempo que no perdona de verdad.Me alegra compartir el entusiasmo por La estación violenta, el gran libro de Paz y de nuestros años cincuenta (y más, por supuesto). Nadie lo ha visto como tú. Extraño destino el de los libros de poemas: rara vez vuelven a salir como tales, se disuelven en las antologías o en las obras completas que lee muy poca gente y todos dejan para un día que no llega jamás.También celebro tu apreciación de la gran prosa de Paz, otro aspecto que nunca he visto subrayado y me parece fundamental. En el campo narrativo creo que lo mejor es un libro aun más ignorado, El mono gramático.Creo de verdad que ambos ensayos merecen la más amplia difusión posible.Gracias de nuevo. Recibe un abrazo de tu amigoJosé Emilio"
[martes 17 de abril de 2007]
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