viernes, 18 de agosto de 2023

Tina Turner y sus piernas de catedral


 

"La reina del rock" es sólo un eslogan comercial bastante impreciso para identificar a la estrella. Tina Turner no fue rockera: comenzó cantando soul y así siguió. Ni cuando acompañó a los Rolling Stones pudo ocultar su poderoso e inocultable estilo soul. Para mí fue una leona de este género negro. Porque el soul es de vocales fuertes que se elevan como rugidos al cielo en un ritual sagrado, mientras que en el rock no: ahí lo que se eleva es el sonido de la guitarra; la voz es más callejera y profana, incluso underground.

En los 80's, Tina dominó los escenarios como nadie. Fundó el espectáculo masivo, vibrante y a todo volumen, antes de (y sin) la coreografía de bailarines cursis tipo Madona. Tina no necesitó esos distractores, ya que poseía la voz y el cuerpo suficientes para cubrir absolutamente de presencia musical sus presentaciones. A diferencia de Aretha Franklin, la Turner gritaba y se contorsionaba, provocativa y sensual, ante el micrófono. Era muy bella, de sonrisa y dientes perfectos y musculatura envidiable.

Cada que yo veía uno de sus conciertos en vivo recordaba un verso erótico de Tomás Segovia que leí mucho antes (a los 19) y que grabé en mi memoria: "tus piernas de catedral", escribía el poeta. No hay nada más exacto para describir el cuerpazo de Tina: sus piernas de catedral.

Si en algún momento enseñó a bailar a Mick Jagger, eso significa que el diablo no estaba en él, sino en ella.

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