lunes, 13 de mayo de 2024

La poesía inexistente de un gran poeta inexistente (notas sobre Ossián)


 

Alejandro Rozado

- Fingal, antiguo poema épico compuesto por Ossián [seis cantos], de James Macpherson, Dublín, 1762 [traducción de Don Pedro Montegón, Madrid, 1850].

James Macpherson fue un poeta escocés del siglo XVIII que, a los 26 años, se burló de lectores y críticos contemporáneos de la talla de Samuel Johnson. Publicó el poema épico Fingal, supuestamente cantado en antigua lengua gálica por el gran poeta Ossián -gallardo partícipe testigo de los hechos- y traducido por Macpherson, después de quince siglos, tras dizque hallar el manuscrito conservado en una aldea al oeste de Escocia. Así, los presuntos versos "ossiánicos" entonan las hazañas del rey Fingal, de honorable estirpe guerrera, quien acude en ayuda de la hermana nación irlandesa en peligro de ser conquistada por tribus nórdicas. Obviamente, el joven Macpherson jamás ofreció evidencias probatorias de sus "hallazgos"; sin embargo, su publicación entusiasmó a los poetas marginales ingleses. Mito de Macpherson acerca del mito de Ossián, el poema Fingal fue una auténtica "crítica moderna a la modernidad de la razón", la cual prendió entre los jóvenes románticos europeos.

Como si fuese una respuesta a las preguntas de su contemporáneo Rousseau, en el sentido de cómo refundar una civilización podrida como la Occidental, el poeta escocés acudió al simbolismo de un nuevo mito fundacional (como hizo Homero mil años antes), pero con la diferencia de que en la leyenda de Fingal no participan los dioses en ningún momento: se trata, entonces, de una epopeya en busca de orígenes remotos que emergen de la oscuridad del tiempo, sin ninguna explicación divina de por medio. Una nueva mitología secular sin otra magia que el vigor de las espadas enfrentadas al amanecer, sobre una fría playa, entre el mar embravecido y los bosques oscuros llenos de presagios. Justo las "virtudes humanas en la edad de las cabañas" que Rousseau hubiera querido evocar.


Los amigos de los muertos no conocen el temor

El escocés James Macpherson formó parte de un núcleo de poetas británicos identificados como "Graveyards Poets", de oscuros vislumbres románticos. En particular, la poesía "ossiánica" de Macpherson tuvo enorme influencia en Goethe, Herder y, sobre todo, Walter Scott, quien emuló con novelas como "Ivanhoe" y "Rob Roy" la mitología de hombres y mujeres bravías, de temperamentos colectivos formados en las simas de escarpadas montañas y cañadas inexpugnables. "No conocen el temor los amigos de los muertos", anuncia Ossián entre batalla y batalla de las tribus irlandesas contra el invasor nórdico. Se podrá apreciar el lirismo épico de Macpherson en los siguientes endecasílabos traducidos al castellano por Pedro Montegón en 1850:

Como en otoño suelen desprenderse
De dos opuestos montes, y embestirse
Dos enemigos vientos, así corren
A enfrentarse los jefes, precediendo
Los hijos de Loclin y de Inisfela,
Que como dos torrentes derrumbados
Por escarpadas breñas, van mezclando
En la caída su hervorosa espuma
Con que luchar parecen, e impelerse
Por otros nuevos riscos y quebradas
Amenazando al llano la ruina.
Jefe con Jefe el brazo a medir llega;
Guerrero con guerrero; yelmo a yelmo;
Escudo a escudo apremia, se rechazan
Entre sí, y se acometen con las armas.
A pedazos desechos salta el peto;
Corre humeando la vertida sangre
Por el suelo en arroyos. Nube espesa
De rotas lanzas y arrojados dardos
Al cielo cubre, en que los hierros brillan,
Como los rastros de esplendor que alumbran
Al seno de la noche borrascosa.

(Del Canto I de Fingal entonado por el poeta anciano y ciego (igual que Homero), Ossián -pseudónimo del joven Macpherson.)


No deja de impactar que el surgimiento del Romanticismo europeo proviniese justo de los poemas inexistentes de un legendario bardo, Ossián; poemas que en realidad compuso James Macpherson en 1761… engañando a todos. Tal ocurre con las Cartas sobre Ossián, escritas por Johann Gottfried Herder en 1772: un documento que refleja el entusiasmo del joven genio alemán por el imaginado Ossián. Escribe Herder:

(…) cuanto más primitivos sean los pueblos, tanto más vivas, libres, sensibles, líricamente activas, serán sus canciones. (...) De lo lírico; de lo vivo y -por así decirlo, bailable- del canto; de la viva actualidad de las imágenes; de la cohesión y especie de urgencia del contenido de los sentimientos; de la simetría de las palabras, de las sílabas, a veces incluso de las letras; del ritmo de la melodía y de cien cosas más que forman parte del mundo vivo, de la canción gnómica y nacional, y que con ella desaparecen; de esto, y sólo de esto, dependen la esencia, el sentido, toda la fuerza admirable, que poseen esas canciones, del hecho de ser el encanto, el recorte, el eterno canto tradicional de alegría.

Lo maravilloso es que Herder aseveró esta gran verdad sobre la base de un material poético que resultaría, a la postre, falso -aunque portentosamente real... Como sea, el elogio de Herder a los cantos originales de los pueblos (estudiados por él mismo en los 60’s del siglo XVIII) es el mismo encomio de la virtud anhelada por Rousseau en los 50’s; constituye también una atención especial a lo señalado por Vico acerca de las sociedades “heroicas” en su Scienza Nuova de 1725.

Desde luego, Macpherson –el falso Ossián- también conoció a fondo la poesía popular de su natal Escocia; de lo contrario, no habría compuesto esa épica de 20 mil bellísimos versos que narran las hazañas del glorioso Fingal.

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