Alejandro Rozado
- Cine e historia, Marc Ferro, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1980.
El autor
centra sus ensayos aquí reunidos bajo una premisa marxista: el cine es parte de la historia porque es parte activa de la lucha de
clases. O sea: el cine crea historia, reflexiona históricamente sobre la
sociedad y revela involuntariamente cómo es la sociedad en que se realiza cada
película –incluso a través de lapsus
y formas sutiles de autocensura. / El cine es desde el principio, objeto de
disputa ideológica y de control político y económico. Pero el cine mismo no es
pasivo sino que sus cineastas buscan desarrollar sus propias ideas al margen,
en contra o aprovechando facilidades coyunturales que da el poder. Hoy, con la
multiplicación social de formas de filmación, la sociedad se encuentra en la
posibilidad inmediata de dejar de ser objeto de análisis y se convierta en
sujeto histórico activo.
Marc Ferro plantea aquí 2 ejes: “lectura histórica de la película y lectura
cinematográfica de la historia”.
I. El film
como fuente de la Historia, o de cómo el análisis del film permite descubrir
aspectos tradicionalmente ocultos en el funcionamiento de las sociedades
contemporáneas. / Todo filme es un testimonio: sus imágenes son terriblemente
auténticas, ya se trate de documentales o de ficciones, vulgares o artísticos.
Ataca las mismas estructuras sociales:
)…) El cine tiene por
efecto la desestructuración de todo lo que varias generaciones de estadistas,
pensadores, juristas, dirigentes o catedráticos [en suma, la intelligenzia] habían logrado
estabilizar en hermoso equilibrio. Destruye la imagen del doble que cada
institución, cada individuo, se había constituido delante la sociedad (Edgar
Morin). [La cámara] descubre el secreto, exhibe la otra cara de la sociedad,
sus lapsus.
Un gesto,
una calle en perspectiva, un detalle, pueden equivaler a un contra discurso
escrito: un contra análisis de la sociedad. / Principio: partir de las
imágenes; es decir, tomar a las imágenes como tales y no como referidas al texto
escrito de la realidad. / Hipótesis: el film –cualquier film- es Historia. /
Postulado: aquello que aún no ha sucedido (creencias, intenciones,
imaginaciones, fantasías, horror), tiene tanto valor en la historia como la
historia misma.
Una
película siempre se ve desbordada de su contenido. En ella aparece “lo latente
detrás de lo aparente, lo no visible a través de lo visible”. Una cinta puede
derruir la Historia.
Todos los
filmes son objetos de análisis, sean documentales o ficciones; tanto Los
Lumiere como Pathé ofrecen información socio-histórico-psicológica en la misma
intensidad. Aquella expresión de que “la ficción sólo reparte sueños” no
considera que los sueños son parte de la realidad también, como si lo
imaginario no fuese uno de los motores de la historia. La ficción
inevitablemente ofrece zonas documentales que pasan desapercibidas por sus
creadores, pues dichas zonas son parte de las creencias históricas con las
cuales toda sociedad cuenta como premisas. Llamemos a toda esa información de
objetos, gestos, lapsus y presuposiciones, el Museo de la Película.
II. El cine
como agente de la Historia o el conocimiento de la acción del cine sobre la
sociedad. / “Contra lo que suele decirse a veces, el espectador
no mantiene ninguna actitud pasiva ante la película. Su sensibilidad funciona y
mucho”, y: “Una película desprende una energía considerable: al profesor
corresponde transformar esta energía en conocimiento activo y duradero”.
BALANCE DEL
LIBRO: Su contenido es muy desigual y fragmentario. Sus breves artículos
intentan ofrecer material de trabajo para la historiografía positiva, mas no para la filosofía de la historia ni para el historicismo. Sin
embargo, hay ideas sugerentes.
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