sábado, 5 de febrero de 2011

Coordenadas de un universo llamado ''cine''



Alejandro Rozado

 
El cine es el principal medio de expresión cultural de la modernidad -esa fase otoñal de nuestra civilización que se avalanza sobre su propio fin a pasos agigantados. No es el único medio cultural de las postrimerías de Occidente, pero sí el más abarcante hasta el momento; si bien la música sinfónica, la filosofía y sociología alemanas, así como el jazz norteamericano o el vanguardismo en la plástica europea han sido testimonios por igual de la misma época, ninguno parece tan duradero y representativo como el cine.

Además, las otras artes hunden sus raíces en la vida de las civilizaciones anteriores; la música, la pintura, la danza o la poesía existen desde que existe el hombre histórico. En cambio, el cine es exclusivo del último siglo de historia; es un arte derivado de un invento de la modernidad tardía (el cinematógrafo). Además, el cine -a través de sus muy diversas obras- ofrece al observador un panorama completísimo de lo que es y ha sido la decadencia de nuestra civilización. En otras palabras, en la historia del cine es posible contemplar el desarrollo de las ideas y creencias de la fase terminal de Occidente. Como si el cine hubiese nacido principalmente para testimoniar tan inédito acontecimiento histórico.

Cierto es que durante el siglo XX surgieron impresionantes proezas tecnológicas como el automóvil, el avión, la televisión y la computadora que también distinguen a la modernidad tardía (del mismo modo que sus poderosas guerras de exterminio y su capacidad inédita de destruir el planeta); pero estos logros e inventos también se han visto recuperados, encuadrados y relanzados por el cine para convertirlos en imágenes culturales de una fuerza social formidable. De hecho, no existe un solo campo de la vida contemporánea que no haya sido atrapado por una cámara de filmar para su ideación colectiva.

De modo que si alguien deseara hacer una lectura exhaustiva y profunda de lo que significa la decadencia de Occidente, tendría que prestar especial atención a las obras de cine: ahí se han dado cita las manifestaciones subjetivas preponderantes de la sociedad, sus conflictos y desarrollo, su reflejo y elaboraciones estéticas y morales. Si la interpretación psicoanalítica de los sueños ha sido un vehículo extraordinario para conocer la configuración psicológica de una persona, la interpretación del cine es una manera fascinante de descifrar nuestra propia declinación cultural. A través del cine, Occidente sueña... y en la lectura atenta y pormenorizada de estos sueños proyectados sobre la gran pantalla es posible encontrar claves sociológicas de su configuración como civilización terminal.

Lo interesante es que estamos cada vez en mejores condiciones de realizar este tipo de lectura, merced a que hoy gozamos de una "foto completa" del cine, en buena medida porque se han explorado pacientemente vastos territorios del mismo. Tras cien años de historia de la cinematografía -y después de varias décadas de su estudio casuístico y su ordenación y clasificación en distintos rubros- podemos afirmar que si bien este medio de expresión cultural dibuja un universo amplio, numeroso y complejo, todavía es finito y acotable. Gracias a los innumerables apuntes de los cinéfilos recopiladores de fechas y demás datos documentales y a los estudiosos del cine que se han dedicado a elaborar algunas teorías cinematográficas, nos encontramos ante la proximidad de trazar algo así como las coordenadas principales de dicho universo.

Usemos precisamente la analogía universo para explicarnos mejor: imaginemos al fenómeno del cine (sus obras, géneros, corrientes, cineastas y artistas) como si fuese una galaxia propia que se ha ido expandiendo a lo largo del tiempo, en medio de encuentros, colisiones, interinfluencia de campos magnéticos y explosiones, hasta ofrecer de sí misma un panorama general, una configuración completa, una vista total de semejante fenomenología. Entonces podríamos reconstruir un tipo de maqueta en que figurarían estrellas y conjuntos de estrellas (una suerte de star system no comercial para historiadores, sociólogos y demás estudiosos del cine) enmarcadas por ejes y criterios más o menos confiables. Dichos criterios, por supuesto, se formularían en función de los intereses concretos de estudio.

Pongamos por caso el interés que algunos tendríamos por el cine de arte: haciendo un conteo pormenorizado de los autores cinematográficos (es decir, directores, guionistas y productores de elevado sentido artístico), podríamos distinguir un centenar de ellos que equivaldrían a las cien estrellas más brillantes e influyentes de ese cosmos, alrededor de las cuales se organizarían estrellas menos brillantes e incluso el polvo estelar y la basura cósmica. Así, tendríamos estrellas de gran luminosidad (la estrella Buñuel, la estrella Kurosawa, la estrella Hitchcock) con sus respectivos sistemas planetarios que serían las obras de cada director. En este mismo sentido, habría estrellas gigantes (como John Ford) con decenas de películas-planetas a su alrededor, y otras más chicas -aunque igual o más brillantes que las grandes- pero con menor número de planetas (como la estrella Tarkovski, que sólo tendría siete películas-planetas girando  a su alrededor). Hay también cometas y mundos errantes como Carl T. Dreyer o Víctor Erice que deambulan por el espacio del cine con trayectoria propia y sin pertenecer a ningún grupo astral identificable aún. Asimismo, existen nebulosas que delatan el surgimiento ancestral de series estelares antiguas como el cine del realismo soviético; así como pléyades o conglomerados de estrellas nítidamente delimitados como si estuviesen sujetos a corrientes de aire y turbulencias espaciales (el neorrealismo italiano o la nueva ola francesa). Existiría, además, un gran hoyo negro de alta densidad de materia (la tradición expresionista alemana que desembocó en el cine negro norteamericano y en las más poderosas cintas del horror contemporáneo). Finalmente, tendríamos la aparente agrupación de películas y cineastas en complejos y míticos sistemas de constelaciones zodiacales de dudosa verosimilitud, pero en la que creen la mayoría de los consumidores de cine; es decir, los géneros y subgéneros cinematográficos.

En fin, la contemplación panorámica de ese universo llamado cine es hoy, después de cien años de incesantes producciones, un privilegio único para quien se interese en el fascinante y doloroso espectáculo de la decadencia occidental.


Guadalajara, Jal., febrero de 2011.