miércoles, 24 de julio de 2019

Cine e historia


Alejandro Rozado

- Cine e historia, Marc Ferro, Editorial Gustavo Gili, Barcelona, 1980.

El autor centra sus ensayos aquí reunidos bajo una premisa marxista: el cine es parte de la historia porque es parte activa de la lucha de clases. O sea: el cine crea historia, reflexiona históricamente sobre la sociedad y revela involuntariamente cómo es la sociedad en que se realiza cada película –incluso a través de lapsus y formas sutiles de autocensura. / El cine es desde el principio, objeto de disputa ideológica y de control político y económico. Pero el cine mismo no es pasivo sino que sus cineastas buscan desarrollar sus propias ideas al margen, en contra o aprovechando facilidades coyunturales que da el poder. Hoy, con la multiplicación social de formas de filmación, la sociedad se encuentra en la posibilidad inmediata de dejar de ser objeto de análisis y se convierta en sujeto histórico activo.

Marc Ferro plantea aquí 2 ejes: “lectura histórica de la película y lectura cinematográfica de la historia”. 

I. El film como fuente de la Historia, o de cómo el análisis del film permite descubrir aspectos tradicionalmente ocultos en el funcionamiento de las sociedades contemporáneas. / Todo filme es un testimonio: sus imágenes son terriblemente auténticas, ya se trate de documentales o de ficciones, vulgares o artísticos. Ataca las mismas estructuras sociales:

)…) El cine tiene por efecto la desestructuración de todo lo que varias generaciones de estadistas, pensadores, juristas, dirigentes o catedráticos [en suma, la intelligenzia] habían logrado estabilizar en hermoso equilibrio. Destruye la imagen del doble que cada institución, cada individuo, se había constituido delante la sociedad (Edgar Morin). [La cámara] descubre el secreto, exhibe la otra cara de la sociedad, sus lapsus. 

Un gesto, una calle en perspectiva, un detalle, pueden equivaler a un contra discurso escrito: un contra análisis de la sociedad. / Principio: partir de las imágenes; es decir, tomar a las imágenes como tales y no como referidas al texto escrito de la realidad. / Hipótesis: el film –cualquier film- es Historia. / Postulado: aquello que aún no ha sucedido (creencias, intenciones, imaginaciones, fantasías, horror), tiene tanto valor en la historia como la historia misma.

Una película siempre se ve desbordada de su contenido. En ella aparece “lo latente detrás de lo aparente, lo no visible a través de lo visible”. Una cinta puede derruir la Historia.

Todos los filmes son objetos de análisis, sean documentales o ficciones; tanto Los Lumiere como Pathé ofrecen información socio-histórico-psicológica en la misma intensidad. Aquella expresión de que “la ficción sólo reparte sueños” no considera que los sueños son parte de la realidad también, como si lo imaginario no fuese uno de los motores de la historia. La ficción inevitablemente ofrece zonas documentales que pasan desapercibidas por sus creadores, pues dichas zonas son parte de las creencias históricas con las cuales toda sociedad cuenta como premisas. Llamemos a toda esa información de objetos, gestos, lapsus y presuposiciones, el Museo de la Película.

II. El cine como agente de la Historia o el conocimiento de la acción del cine sobre la sociedad. / “Contra lo que suele decirse a veces, el espectador no mantiene ninguna actitud pasiva ante la película. Su sensibilidad funciona y mucho”, y: “Una película desprende una energía considerable: al profesor corresponde transformar esta energía en conocimiento activo y duradero”.

BALANCE DEL LIBRO: Su contenido es muy desigual y fragmentario. Sus breves artículos intentan ofrecer material de trabajo para la historiografía positiva, mas no para la filosofía de la historia ni para el historicismo. Sin embargo, hay ideas sugerentes.

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