Alejandro Rozado
- La esperanza y la guerrilla: Lucio Cabañas, película de Gerardo Tort (México, 2005).
Este documental auspiciado, entre otras instituciones, por la UNAM, es un retrato hablado por decenas de voces del profesor Lucio Cabañas Barrientos, quien hizo historia en la sierra de Guerrero junto con un puñado de hombres armados, adquiriendo enorme prestigio y cariño entre la población humilde a fines de la década de los 60’s y a principios de los 70's del siglo pasado. Resultado de una investigación documental de imágenes y registros de audio, el filme reconstruye la vida del guerrillero sureño, desde su infancia hasta su trágica muerte.
Cadena de analogías narrativas: este retrato colectivo se va armando gracias a otros retratos, individuales, hechos por encuadres de rostros con nombre y apellido que conocieron, lucharon y vivieron cerca del líder del Partido de los Pobres: del anonimato de la historia a la familiaridad de la pantalla...También el filme de Gerardo Tort (realizador de otros trabajos entre los que destaca la cinta noventera: De la calle) es un recorrido que va del mito al anti-mito: los testimonios dimensionan poco a poco a Cabañas, el hombre, a través de revelaciones y confesiones: "A Lucio le gustaba mucho cantar y bailar... tenía mucho éxito con las muchachas... le gustaba convivir en fiestas con amigos y alumnos", narra uno de sus hermanos; de otro relato, el de un ex-guerrillero del MAR (Movimiento de Acción Revolucionaria), se desprenden revelaciones como ésta: "Cuando conocí a Lucio, a pesar de haber tenido imágenes de él muy presentes, me sorprendió la vulnerabilidad de su físico"... Hombre joven, de baja estatura y complexión delgada, cuya figura no ocultaba los rastros de una probable desnutrición infantil, casi lampiño y con ojos como de chale, Lucio Cabañas transitó: desde la extrema pobreza de su infancia hasta la extrema izquierda, rebelde y tradicional al mismo tiempo; desde sus estudios de normalista rural, luego maestro y líder sindical regional hasta su incansable activismo social; de militante del Partico Comunista Mexicano a líder guerrillero y popular fundador del Partido de los Pobres; de secuestrador del temido y odiado cacique Rubén Figueroa a cuerpo inerte caído bajo las balas de la traición.
La cámara de Gerardo Tort va abriendo surcos visuales: recorre la geografía de la zona de Atoyac -el área de influencia de Lucio-, atravesando la copra y la zafra, el maizal y la aldea polvosa… recorre también los surcos de los rostros que cuentan cómo conocieron a la familia Cabañas Barrientos. Familiares, vecinos, maestros, compañeros de banca en la escuela, compañeros de lucha en la sección magisterial y compañeros de armas. Y el surco de la sangre derramada en aquella tarde de primavera del año de 1967 en la plaza pública de Atoyac de Álvarez, cuando fue reprimido brutalmente un mitin encabezado por el profesor Cabañas para protestar por los abusos de una directora en una escuela particular.
Cabañas y la desesperación consuetudinaria… Después de una larga trayectoria como líder magisterial, en la que solía incorporar la pobreza extrema de sus alumnos y padres de familia a la problemática educativa, y en la que fue objeto de suspensiones y castigos de la burocracia sindical y de los poderes locales, el maestro se vio obligado a esconderse y huir de la represión caciquil e internarse en la sierra con el propósito de reanudar la lucha por la justicia social con métodos armados. Visitó furtivamente la casa de uno de sus hermanastros para decirle: “¿Te acuerdas que te dije que algún día llegaría el momento…? Pues ese momento ya llegó…” Y se internó en la sierra con pocos hombres y pocas armas. Según lo confesó el propio Lucio a otro activista de lo que sería después la Liga Comunista 23 de Septiembre, durante los primeros años de su vida grupal en la sierra, los guerrilleros se dedicaron solamente a sobrevivir de la cacería y la recolección de frutas, mientras establecían poco a poco contactos con los pueblos y comunidades rurales.
El mantenimiento de ese tejido de lazos íntimos provocó con el tiempo el establecimiento de una red espontánea de inteligencia en el agro que les advertía a los guerrilleros de los movimientos de la tropa por la región… Y así, pacientemente, como en el cultivo de una planta de la tierra caliente, la conocida “Brigada de Ajusticiamiento” del Partido de los Pobres fue asestando golpes de asalto exitosos contra puestos de mando y convoyes militares. Para 1973, según testimonian los sobrevivientes de la Liga 23 de Septiembre que entraron en pláticas con el grupo de Cabañas, dicha brigada sumaba poco más de 150 guerrilleros armados y un apoyo popular muy extendido por toda la zona. La revista ¿Por qué? fue el vehículo para enterar al resto del país de las hazañas del Partido de los Pobres; sus valientes reportajes, escritos y gráficos, fueron la base del reconocimiento político de los movimientos estudiantiles y de las fuerzas de la izquierda urbana: así, el Partido Comunista Mexicano, pese a no coincidir con la violencia revolucionaria como táctica adecuada para aquel momento de la lucha social, reconocía la legitimidad del Partido de los Pobres como parte de un movimiento popular auténtico y tendía con Lucio puentes de comunicación e intercambio de ideas y documentos; por otro lado, grupos radicales de jóvenes universitarios, decepcionados de la lucha social pacífica después de las matanzas del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971, entablaron pláticas para unirse a Cabañas con la intención de dimensionar su rebeldía a un plano nacional e insurreccional.
Cuestión esta última, por cierto, que no fructificó… Las discrepancias entre Lucio y su gente por un lado y los estudiantes de la guerrilla urbana (lidereados por Ignacio Salas, fundador de la Liga 23 de Septiembre) por el otro, terminaron en amenazas recíprocas y la expulsión definitiva de los jóvenes del campamento guerrillero. Ese capítulo del documental es revelador de la tragicomedia involuntaria que se desarrollaba en la conciencia de aquellos luchadores. Los universitarios llegaron al Partido de los Pobres con toda una agenda de análisis de la situación económico-política nacional e internacional para su discusión severa con los alzados de Guerrero; en cambio, éstos discutían cuestiones operativas en sus sesiones deliberativas (a quién le tocaba la guardia, a quién preparar la comida, etc.). Cuando aquéllos querían discutir la teoría marxista del Estado, los campesinos contestaban con su versión del “estado” de pobreza en que se encontraba el pueblo. Los de la Liga proponían que la dirección del movimiento recayera en ellos mismos, pues argumentaban que eran los portadores de la teoría revolucionaria, mientras que Lucio y sus compañeros se rascaban, desconfiados, la cabeza y respondían que se hacían bolas con sus análisis: “Nosotros no necesitamos hacer ningún análisis –replicaba Lucio-, el único análisis que tenemos es que estamos bien jodidos y que los poderosos nos quieren fregar, así que nosotros los fregamos primero…” El desencuentro fue total.
Pocos meses después de la expulsión de los intrusos, Lucio Cabañas planeó y ejecutó el secuestro del senador y cacique camionero Rubén Figueroa, a la sazón candidato del PRI a la gobernatura del estado y quien buscaba un demagógico contacto con la guerrilla para negociar un acuerdo de paz como parte de su campaña electoral. Cabañas y su gente accedieron a un encuentro en la sierra y de inmediato se pasaron de vivos tomando a Figueroa como rehén y pidiendo al gobierno de Luis Echeverría una cantidad millonaria por su rescate. Lucio estaba seguro de que el gobierno cedería al intercambio y que con ello financiaría con mejor armamento a su partido. Jamás contó con que el gobierno no pensaba negociar; Lucio, entonces, redujo sus expectativas que ni siquiera logró cobrar: fue sorprendido por un operativo militar que rescató con vida a Figueroa y, a los pocos días, delatado en su escondite y acribillado por los soldados del ejército mexicano en una zacapela. Las imágenes sobrepuestas del cadáver del guerrillero tomadas en el servicio forense local son de un vigor visual semejante a la del cuerpo caído del Che Guevara, pero con vínculos poderosos hacia los rebeldes mexicanos: Lucio muerto es Jacinto Canek (el primer rebelde mexicano) y es Vicente Guerrero traicionado por Picaluga, es Zapata bajado del caballo a punta de balazos y Pancho Villa acribillado en su automóvil, es Rubén Jaramillo asesinado cobardemente junto con toda su familia y Genaro Vázquez Rojas arrojado al precipicio bajo misteriosas versiones... El propio subcomandante Marcos imagina su muerte por herida de bala. El destino de los líderes guerrilleros se convierte en un registro visual: el cuerpo inerte de Cristo.
En 2004 se cumplieron treinta años de la caída de Lucio Cabañas Barrientos. Después de su muerte, los perseguidores militares realizaron una extendida operación de exterminio del aliento guerrillero. Poblaciones enteras fueron arrasadas por la tropa dejando una estela de cientos de muertos y de desaparecidos en lo que fue la cuota más alta de víctimas en los tiempos de la llamada “guerra sucia”. Tras décadas de impunidad y terror, los familiares, amigos y compañeros de lucha, así como nuevas generaciones de jóvenes, asistieron en Atoyac a una concurrida ceremonia por el trigésimo aniversario, en la que, después de visitar la tumba del guerrillero (cercada por el ejército durante décadas), la multitud acudió a develar una estatua colocada en el centro de la plaza principal de la cabecera municipal. “Lucio Cabañas no ha muerto”, canta el estribillo del corrido en voz de Rita Guerrero, como queriendo interpretar el vigor escultórico del monumento, mientras el documental se cierra sin lograrlo del todo.
Noviembre de 2006.
- La esperanza y la guerrilla: Lucio Cabañas, película de Gerardo Tort (México, 2005).
Este documental auspiciado, entre otras instituciones, por la UNAM, es un retrato hablado por decenas de voces del profesor Lucio Cabañas Barrientos, quien hizo historia en la sierra de Guerrero junto con un puñado de hombres armados, adquiriendo enorme prestigio y cariño entre la población humilde a fines de la década de los 60’s y a principios de los 70's del siglo pasado. Resultado de una investigación documental de imágenes y registros de audio, el filme reconstruye la vida del guerrillero sureño, desde su infancia hasta su trágica muerte.
Cadena de analogías narrativas: este retrato colectivo se va armando gracias a otros retratos, individuales, hechos por encuadres de rostros con nombre y apellido que conocieron, lucharon y vivieron cerca del líder del Partido de los Pobres: del anonimato de la historia a la familiaridad de la pantalla...También el filme de Gerardo Tort (realizador de otros trabajos entre los que destaca la cinta noventera: De la calle) es un recorrido que va del mito al anti-mito: los testimonios dimensionan poco a poco a Cabañas, el hombre, a través de revelaciones y confesiones: "A Lucio le gustaba mucho cantar y bailar... tenía mucho éxito con las muchachas... le gustaba convivir en fiestas con amigos y alumnos", narra uno de sus hermanos; de otro relato, el de un ex-guerrillero del MAR (Movimiento de Acción Revolucionaria), se desprenden revelaciones como ésta: "Cuando conocí a Lucio, a pesar de haber tenido imágenes de él muy presentes, me sorprendió la vulnerabilidad de su físico"... Hombre joven, de baja estatura y complexión delgada, cuya figura no ocultaba los rastros de una probable desnutrición infantil, casi lampiño y con ojos como de chale, Lucio Cabañas transitó: desde la extrema pobreza de su infancia hasta la extrema izquierda, rebelde y tradicional al mismo tiempo; desde sus estudios de normalista rural, luego maestro y líder sindical regional hasta su incansable activismo social; de militante del Partico Comunista Mexicano a líder guerrillero y popular fundador del Partido de los Pobres; de secuestrador del temido y odiado cacique Rubén Figueroa a cuerpo inerte caído bajo las balas de la traición.
La cámara de Gerardo Tort va abriendo surcos visuales: recorre la geografía de la zona de Atoyac -el área de influencia de Lucio-, atravesando la copra y la zafra, el maizal y la aldea polvosa… recorre también los surcos de los rostros que cuentan cómo conocieron a la familia Cabañas Barrientos. Familiares, vecinos, maestros, compañeros de banca en la escuela, compañeros de lucha en la sección magisterial y compañeros de armas. Y el surco de la sangre derramada en aquella tarde de primavera del año de 1967 en la plaza pública de Atoyac de Álvarez, cuando fue reprimido brutalmente un mitin encabezado por el profesor Cabañas para protestar por los abusos de una directora en una escuela particular.
Cabañas y la desesperación consuetudinaria… Después de una larga trayectoria como líder magisterial, en la que solía incorporar la pobreza extrema de sus alumnos y padres de familia a la problemática educativa, y en la que fue objeto de suspensiones y castigos de la burocracia sindical y de los poderes locales, el maestro se vio obligado a esconderse y huir de la represión caciquil e internarse en la sierra con el propósito de reanudar la lucha por la justicia social con métodos armados. Visitó furtivamente la casa de uno de sus hermanastros para decirle: “¿Te acuerdas que te dije que algún día llegaría el momento…? Pues ese momento ya llegó…” Y se internó en la sierra con pocos hombres y pocas armas. Según lo confesó el propio Lucio a otro activista de lo que sería después la Liga Comunista 23 de Septiembre, durante los primeros años de su vida grupal en la sierra, los guerrilleros se dedicaron solamente a sobrevivir de la cacería y la recolección de frutas, mientras establecían poco a poco contactos con los pueblos y comunidades rurales.
El mantenimiento de ese tejido de lazos íntimos provocó con el tiempo el establecimiento de una red espontánea de inteligencia en el agro que les advertía a los guerrilleros de los movimientos de la tropa por la región… Y así, pacientemente, como en el cultivo de una planta de la tierra caliente, la conocida “Brigada de Ajusticiamiento” del Partido de los Pobres fue asestando golpes de asalto exitosos contra puestos de mando y convoyes militares. Para 1973, según testimonian los sobrevivientes de la Liga 23 de Septiembre que entraron en pláticas con el grupo de Cabañas, dicha brigada sumaba poco más de 150 guerrilleros armados y un apoyo popular muy extendido por toda la zona. La revista ¿Por qué? fue el vehículo para enterar al resto del país de las hazañas del Partido de los Pobres; sus valientes reportajes, escritos y gráficos, fueron la base del reconocimiento político de los movimientos estudiantiles y de las fuerzas de la izquierda urbana: así, el Partido Comunista Mexicano, pese a no coincidir con la violencia revolucionaria como táctica adecuada para aquel momento de la lucha social, reconocía la legitimidad del Partido de los Pobres como parte de un movimiento popular auténtico y tendía con Lucio puentes de comunicación e intercambio de ideas y documentos; por otro lado, grupos radicales de jóvenes universitarios, decepcionados de la lucha social pacífica después de las matanzas del 2 de octubre de 1968 y del 10 de junio de 1971, entablaron pláticas para unirse a Cabañas con la intención de dimensionar su rebeldía a un plano nacional e insurreccional.
Cuestión esta última, por cierto, que no fructificó… Las discrepancias entre Lucio y su gente por un lado y los estudiantes de la guerrilla urbana (lidereados por Ignacio Salas, fundador de la Liga 23 de Septiembre) por el otro, terminaron en amenazas recíprocas y la expulsión definitiva de los jóvenes del campamento guerrillero. Ese capítulo del documental es revelador de la tragicomedia involuntaria que se desarrollaba en la conciencia de aquellos luchadores. Los universitarios llegaron al Partido de los Pobres con toda una agenda de análisis de la situación económico-política nacional e internacional para su discusión severa con los alzados de Guerrero; en cambio, éstos discutían cuestiones operativas en sus sesiones deliberativas (a quién le tocaba la guardia, a quién preparar la comida, etc.). Cuando aquéllos querían discutir la teoría marxista del Estado, los campesinos contestaban con su versión del “estado” de pobreza en que se encontraba el pueblo. Los de la Liga proponían que la dirección del movimiento recayera en ellos mismos, pues argumentaban que eran los portadores de la teoría revolucionaria, mientras que Lucio y sus compañeros se rascaban, desconfiados, la cabeza y respondían que se hacían bolas con sus análisis: “Nosotros no necesitamos hacer ningún análisis –replicaba Lucio-, el único análisis que tenemos es que estamos bien jodidos y que los poderosos nos quieren fregar, así que nosotros los fregamos primero…” El desencuentro fue total.
Pocos meses después de la expulsión de los intrusos, Lucio Cabañas planeó y ejecutó el secuestro del senador y cacique camionero Rubén Figueroa, a la sazón candidato del PRI a la gobernatura del estado y quien buscaba un demagógico contacto con la guerrilla para negociar un acuerdo de paz como parte de su campaña electoral. Cabañas y su gente accedieron a un encuentro en la sierra y de inmediato se pasaron de vivos tomando a Figueroa como rehén y pidiendo al gobierno de Luis Echeverría una cantidad millonaria por su rescate. Lucio estaba seguro de que el gobierno cedería al intercambio y que con ello financiaría con mejor armamento a su partido. Jamás contó con que el gobierno no pensaba negociar; Lucio, entonces, redujo sus expectativas que ni siquiera logró cobrar: fue sorprendido por un operativo militar que rescató con vida a Figueroa y, a los pocos días, delatado en su escondite y acribillado por los soldados del ejército mexicano en una zacapela. Las imágenes sobrepuestas del cadáver del guerrillero tomadas en el servicio forense local son de un vigor visual semejante a la del cuerpo caído del Che Guevara, pero con vínculos poderosos hacia los rebeldes mexicanos: Lucio muerto es Jacinto Canek (el primer rebelde mexicano) y es Vicente Guerrero traicionado por Picaluga, es Zapata bajado del caballo a punta de balazos y Pancho Villa acribillado en su automóvil, es Rubén Jaramillo asesinado cobardemente junto con toda su familia y Genaro Vázquez Rojas arrojado al precipicio bajo misteriosas versiones... El propio subcomandante Marcos imagina su muerte por herida de bala. El destino de los líderes guerrilleros se convierte en un registro visual: el cuerpo inerte de Cristo.
En 2004 se cumplieron treinta años de la caída de Lucio Cabañas Barrientos. Después de su muerte, los perseguidores militares realizaron una extendida operación de exterminio del aliento guerrillero. Poblaciones enteras fueron arrasadas por la tropa dejando una estela de cientos de muertos y de desaparecidos en lo que fue la cuota más alta de víctimas en los tiempos de la llamada “guerra sucia”. Tras décadas de impunidad y terror, los familiares, amigos y compañeros de lucha, así como nuevas generaciones de jóvenes, asistieron en Atoyac a una concurrida ceremonia por el trigésimo aniversario, en la que, después de visitar la tumba del guerrillero (cercada por el ejército durante décadas), la multitud acudió a develar una estatua colocada en el centro de la plaza principal de la cabecera municipal. “Lucio Cabañas no ha muerto”, canta el estribillo del corrido en voz de Rita Guerrero, como queriendo interpretar el vigor escultórico del monumento, mientras el documental se cierra sin lograrlo del todo.
Noviembre de 2006.
PARECE QUE LA HISTORIA NO CAMBIA, PASAN LOS AÑOS, LAS DECADAS, Y TODO SIGUE IGUAL PARA LA GRAN MAYORIA DE LOS MEXICANOS. NADA MAS ACTUAL QUE LO QUE ESTA PASANDO HOY CON LOS MAESTROS. ES UNA HISTORIA SIN TIEMPO.
ResponderEliminarDices bien, Velia: la historia de Lucio Cabañas se repite cuarenta años después con la represión a los maestros normalistas guerrerenses que luchan por ser comprendidos debido a las paupérrimas condiciones en que tienen que educar a los hijos de las familias más marginadas de esta modernidad tan desigual. Y antes de Lucio estuvo Genaro Vázquez´; y antes, Rubén Jaramillo; y antes Zapata... Una historia sin tiempo. / Gracias.
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