viernes, 18 de septiembre de 2009

"Y la nave va", de Fellini


Alejandro Rozado

- Y la nave va (E la nave va), de Federico Fellini (1983-Italia), música de Giancarlo Plenizio, con Freddie Jones, Barbara Jefford y Victor Polleti.

Desde fines de los años cincuenta, después del impacto de las primeras cintas de Federico Fellini, nunca faltaron los espíritus agoreros que anunciaban ya el fin anticipado de la creatividad del director italiano. Así ocurrió con La dolce vita (1959), Satyricon (1969), Prova d'orchestra (1978) e incluso en los ochentas con Y la nave va. Recuerdo cómo recibieron los críticos de cine de aquel entonces a esta última que fue la vigésima cinta de un cineasta de inagotable imaginería visual. Proclamaban el descenso -ahora sí- de Fellini y nos advertían de la pérdida de su vigor cinematográfico y de una ideología cada vez más autocomplaciente y reiterativa; aquellos fanáticos de lo novedoso como criterio, se desilusionaban de que el artista ejecutase variaciones sobre el mismo tema y añoraban, en cambio, sus obras "clásicas" como La strada, Ocho y medio o Amarcord. Y ahora que volví a ver la cinta en el Cine Foro de la Universidad de Guadalajara, tras un paréntesis de dos décadas, comprobé lo relativo que son las opiniones y cuán arrepentidas han de estar muchas plumas que arremetieron contra un prodigio como Y la nave va.

La historia: en vísperas de la Primera Guerra Mundial, un nutrido grupo de artistas, intelectuales y productores del glamoroso mundo de la ópera se reúnen en un transatlántico para cumplir el último deseo de la más grande soprano de todos los tiempos, recientemente fallecida: esparcir sus nobles cenizas sobre el mar que rodea a la isla que la vio nacer. Durante el viaje, el aristocrático elenco de personalidades navega sobre una realidad propia poblada de afectaciones dramáticas y rivalidades veleidosas que configuran, rigurosamente, un estilo, quizá el último antes del advenimiento de las vanguardias europeas. Fellini honra con esta cinta, el adiós a ese romanticismo ya vetusto y de pose, pero que aún conserva la gravedad de formas que lo constituyen como el depositario final de la grandeza de las divas y los genios del pasado. Como era ya característico en la obra de Fellini, la presentación de los personajes, magistral y divertida, ocupa con solvencia el primer tramo de la cinta, con una cuidadosa elaboración de caracteres trazados con pocos pero precisos rasgos histriónicos; todo narrado por un inverosímil reportero de algún noticiario cinematográfico que va obteniendo entrevistas con las celebridades. Fellini y el falso documental: un formato fársico que transforma a lo real en irrealidad -y al cine en lo único verdadero.

Homenaje a los orígenes del cine, Y la nave va comienza como un acto de magia en el que, desde el silencio y el blanco y negro del cine mudo, van surgiendo en fade in sonidos aquí y allá que invaden poco a poco la atmósfera fílmica, y del sepia sabor a siglo pasado emergen colores provenientes de un azul cobalto e inconfundible insinuación otoñal.

Y la nave va corona un sentimiento visual inimitable, que parte de situaciones anecdóticas convergentes hasta llegar a una loca fusión de danzas jubilosas y grotescas que celebran, a cubierta, la precipitación de la música sobre las almas de todas las condiciones sociales. Es la fiesta culminante, la consagración de la alegría de los personajes entrañables confundidos en el anonimato de un pueblo querido -por el cine y desde el cine-, a partir del neorrealismo italiano. Y lejos, muy lejos de la fiesta inolvidable, del happening de Blake Edwards y Peter Sellers, del caos con vocación a desmadre que animó a toda una generación a la ruptura. La fiesta de Fellini es ante todo una conducción. Un jolgorio ordenado: un director de cine que da la pauta, megáfono en mano, a los extras en Ocho y medio para brincotear tomados de las manos; un animador de circo que exhorta, en un acto funeral, a los viejos payasos a dar vueltas vertiginosas alrededor de la pista (en I clowns); un director sinfónico autoritario rescatando a sus músicos después del colapso de sus vidas (en Ensayo de orquesta), y otro más dirigiendo una pieza operística en la cubierta de un barco, mientras éste es desalojado ante su inminente hundimiento (en Y la nave va).

Fellini y la cátedra sobre un cine que no volverá: la transgresión cómica de las convenciones cinematográficas, los personajes en su dramatismo saludando a la cámara, la realidad fuera de cuadro entrometiéndose con deliciosa falta de oportunidad en los planos, la nueva belleza que emerge de la solemnidad y el humor -conjuros de la intuición prodigiosa del autor. En fin, el cine desplegando sus alas con riqueza visual incontenible y pletórica.

Secuencia maestra: en la cubierta del barco se da el encuentro nocturno e insospechado de los artistas clásicos con el gitanismo sensual de la música serbia; la provocadora atracción del violín balcánico sobre las sombras femeninas que se levantan hirvientes delante de las divas del funeral motivo; la ruptura de las barreras de tiempo, espacio y moral; la fusión del barítono con la morena de cabello ensortijado y de la mezzo-soprano con el gañán de pecho descubierto.

Y la nave va: el final de una época y el comienzo de otra: por un lado, el aristocratismo de la ópera y sus intérpretes que se encuentra, por el otro, con la emigración serbia que huye de la persecución del imperio austro-húngaro; antes -en una escena inolvidable- los cantantes más aclamados del mundo hacen un recorrido por el cuarto de máquinas y el galerón de la caldera del buque, y desde la baranda entonan, magnánimos, sus mejores arias a petición de los rudos obreros que disfrutan los cantos enmedio del ensordecedor ruido del calderón. Arriba, muy arriba, los artistas. Y abajo, muy abajo, los obreros a quienes Fellini transforma en inocentes niños al contacto con el arte. Dos siglos (el XIX y el XX), dos clases sociales, unidos por la vía de las voces y la magnificencia de La Traviata: la última utopía de un Fellini irrenunciable.


Diciembre, 2005.

2 comentarios:

  1. Muy buena reseña crítica... Acabo de descubrir tu blog, y voy a seguirlo

    Alberto Sánchez

    http://hotelparadox.blogspot.com

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  2. Bienvenido a "Archipiélago...", Alberto. "Y la nave va" es una joya que será valorada debidamente con el tiempo. Gracias por tus palabras.

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